Durante la última década, con la reciente multiplicación de las micro y medianas empresas, han alcanzado un alto grado de demanda los servicios de asesores y consultores para el desarrollo de sistemas empresariales por parte de aquellos interesados en poner su dinero, mucho o poco, a trabajar.
Iniciar un proyecto de inversión es siempre un dolor de cabeza, especialmente si se carece de experiencia en cuanto a los obstáculos que aparecen al momento de llevarlo a cabo. Las consecuencias de una mala preparación dependen del grado y la cantidad de errores en los que se haya incurrido, y pueden ir desde la disminución en nuestros ingresos, pasando por la cancelación de un contrato o la pérdida de un cliente, hasta lo más grave como la quiebra de un negocio.
Para evitarse angustias innecesarias, es altamente recomendable seguir unos cuantos principios generales realmente muy sencillos de comprender, cuya aplicabilidad es tan amplia que pueden ser implementados en casi cualquier proyecto que se deseé poner en marcha, de la índole que sea, ya se trate de restaurantes y cafeterías, distribución de productos comerciales, o la prestación de servicios. Se trata, sobre todo, de evitar invertir tiempo, dinero y energías en un proyecto que carece de relevancia en el mercado y no será tomado en cuenta, sea por la abundancia de la oferta o por la falta de conocimiento de los posibles clientes acerca del producto o servicio que se desea prestar.
Por esta razón, en primer lugar, debe detectarse una necesidad a satisfacer en el área específica en la que se quiera incursionar, tomando en cuenta la presencia que tienen otras empresas con la cuales se va competir y qué tienen éstas que ofrecer; así se puede definir claramente cuáles serán los alcances y fronteras del proyecto, es decir, se establece hasta dónde podemos extender nuestra oferta para obtener el máximo rendimiento.
Una vez delimitado este problema, se entra a la etapa organizacional del proyecto, la cual consiste en estimar los recursos necesarios para llevarlo a cabo y los posibles riesgos que se presentarán a lo largo de su desarrollo, la planificación de las etapas que lo componen y, por último, su seguimiento y control.
La estimación de recursos involucra cuatro aspectos: los recursos humanos, los recursos materiales, el tiempo y los costos. El primero tiene que ver con la cantidad de personas que van a emplearse y con cuáles son las cualidades técnicas y profesionales que deben reunir para desempeñar adecuadamente las funciones que se les van a encomendar, mientras que el segundo implica evaluar las condiciones de infraestructura, bienes muebles e inmuebles, equipo e insumos necesarios para la actividad que se piensa desarrollar. Con respecto a la estimación del tiempo y los costos, acaso sean éstos los recursos que más preocupación generan pero también los que más se desperdician, por tanto, se vuelve imperativo fijar límites claros en cuanto a los gastos en horas y dinero, y no desperdiciarlos en nada que no contribuya positivamente a la prosperidad del negocio.
Finalmente, antes de echar a andar cualquier proyecto es de suma importancia realizar un estudio de la factibilidad operativa, técnica y económica, por bien estructurado que parezca a primera vista; de este modo se reducirán al mínimo las probabilidades de sufrir un descalabro financiero y moral. Hay que repasar con ojo crítico todas las etapas que se han recorrido para realizar los ajustes y correcciones necesarios, sin olvidar que una empresa involucra siempre un riesgo potencial para el patrimonio, pues en todo momento surgen imprevistos que, si carece de flexibilidad y decisión en la toma de decisiones, significarán una pequeña pero constante merma de nuestro beneficio.

Durante la última década, con la reciente multiplicación de las micro y medianas empresas, han alcanzado un alto grado de demanda los servicios de asesores y consultores para el desarrollo de sistemas empresariales por parte de aquellos interesados en poner su dinero, mucho o poco, a trabajar.

Iniciar un proyecto de inversión es siempre un dolor de cabeza, especialmente si se carece de experiencia en cuanto a los obstáculos que aparecen al momento de llevarlo a cabo. Las consecuencias de una mala preparación dependen del grado y la cantidad de errores en los que se haya incurrido, y pueden ir desde la disminución en nuestros ingresos, pasando por la cancelación de un contrato o la pérdida de un cliente, hasta lo más grave como la quiebra de un negocio.

Para evitarse angustias innecesarias, es altamente recomendable seguir unos cuantos principios generales realmente muy sencillos de comprender, cuya aplicabilidad es tan amplia que pueden ser implementados en casi cualquier proyecto que se deseé poner en marcha, de la índole que sea, ya se trate de restaurantes y cafeterías, distribución de productos comerciales, productos de empaque o embalaje o la prestación de servicios. Se trata, sobre todo, de evitar invertir tiempo, dinero y energías en un proyecto que carece de relevancia en el mercado y no será tomado en cuenta, sea por la abundancia de la oferta o por la falta de conocimiento de los posibles clientes acerca del producto o servicio que se desea prestar.

Por esta razón, en primer lugar, debe detectarse una necesidad a satisfacer en el área específica en la que se quiera incursionar, tomando en cuenta la presencia que tienen otras empresas con la cuales se va competir y qué tienen éstas que ofrecer; así se puede definir claramente cuáles serán los alcances y fronteras del proyecto, es decir, se establece hasta dónde podemos extender nuestra oferta para obtener el máximo rendimiento.

Una vez delimitado este problema, se entra a la etapa organizacional del proyecto, la cual consiste en estimar los recursos necesarios para llevarlo a cabo y los posibles riesgos que se presentarán a lo largo de su desarrollo, la planificación de las etapas que lo componen y, por último, su seguimiento y control.

La estimación de recursos involucra cuatro aspectos: los recursos humanos, los recursos materiales, el tiempo y los costos. El primero tiene que ver con la cantidad de personas que van a emplearse y con cuáles son las cualidades técnicas y profesionales que deben reunir para desempeñar adecuadamente las funciones que se les van a encomendar, mientras que el segundo implica evaluar las condiciones de infraestructura, bienes muebles e inmuebles, equipo e insumos necesarios para la actividad que se piensa desarrollar. Con respecto a la estimación del tiempo y los costos, acaso sean éstos los recursos que más preocupación generan pero también los que más se desperdician, por tanto, se vuelve imperativo fijar límites claros en cuanto a los gastos en horas y dinero, y no desperdiciarlos en nada que no contribuya positivamente a la prosperidad del negocio.

Finalmente, antes de echar a andar cualquier proyecto es de suma importancia realizar un estudio de la factibilidad operativa, técnica y económica, por bien estructurado que parezca a primera vista; de este modo se reducirán al mínimo las probabilidades de sufrir un descalabro financiero y moral. Hay que repasar con ojo crítico todas las etapas que se han recorrido para realizar los ajustes y correcciones esteticas necesarias, sin olvidar que una empresa involucra siempre un riesgo potencial para el patrimonio, pues en todo momento surgen imprevistos que, si carece de flexibilidad y decisión en la toma de decisiones, significarán una pequeña pero constante merma de nuestro beneficio.