La dura realidad con la que todos los profesionistas chocamos al egresar de la universidad es entender que la estabilidad financiera no depende de ser bueno o, incluso, de ser el mejor en nuestro ámbito, sino de factores que tienen que ver con la administración de recursos en todos los niveles.

Es así como un día nos percatamos de la necesidad de aprovechar con suficiencia los recursos que generamos, casi siempre después de un incidente poco afortunado. Por eso es que nos llega a sorprender un cobro de impuestos que pensamos excesivo, el haber acumulado más deudas de las que podemos pagar o el que un imprevisto nos encuentre descapitalizados. Todo lo anterior acaba por ser una invitación a sanear la relación que llevamos con el dinero sin importar para que no nos hayamos formado en una carrera financiera o de negocios.

En estos casos es buena idea matricularse en un curso de finanzas para no financieros, como también es conveniente para quienes han obtenido un puesto laboral que exija la comprensión del lenguaje financiero y el dominio de este tipo de información, bien sea para comunicarse con instituciones bancarias u otros agentes de injerencia en la situación financiera de la compañía, o para tomar decisiones en este sentido.

Entre las ventajas de apuntarse a un curso como éste, están el comprender cómo se formulan los estados financieros, llevar a cabo análisis sobre los recursos disponibles y estudiar circunstancias que demandan la toma rápida y consciente de ciertas decisiones. De igual manera, invertir en este tipo de formación te permitirá desarrollar la habilidad para adelantarte a situaciones que puedan conducir a la empresa a escenarios de crisis o, por el contrario, a identificar oportunidades y acceder a ellas en el momento preciso.

Un tercer caso en el que esta formación debiera ser obligatoria, es el estar en el proceso de abrir un negocio propio, circunstancia en la que no sólo será útil contar con unos conocimientos financieros sólidos, sino que será indispensable hacer muestra de lo que vulgarmente llamamos “don de mando”, que viene a ser una serie de cualidades entre las que destacan a nivel personal el liderazgo, la asertividad y la capacidad para comunicarse de manera clara y armónica y en relación con el grupo, la administración del tiempo, la formación de equipos funcionales de trabajo, la gestión de proyectos y la capacidad para ofrecer calidad en el servicio, características todas que podrás adquirir asistiendo a cursos de habilidades gerenciales.